sábado, 9 de julio de 2016

El amor, a veces, es como un mandala. 
La primera vez que lo ves pensás que puede estar bueno
y arrancás sin pensarlo dos veces. 
Pero llegando a la mitad te cansás
o te arrepentís
y pensás que nunca tendrías que haberlo empezado.
Pero seguís
porque dejarlo a la mitad no te deja dormir en paz,
y empezás a repetir colores
porque ya ni tenés ganas de buscar otros.
Con suerte lo terminás 
y si te gusta como quedó 
lo ponés en un cuadrito 
lo colgás en la pared de tu habitación
y te queda un lindo recuerdo.

(Y cuando no, lo hacés un bollito, lo tirás a la basura y te olvidás que existió)

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