El amor, a veces, es como un mandala.
La primera vez que lo ves pensás que puede estar bueno
y arrancás sin pensarlo dos veces.
Pero llegando a la mitad te cansás
o te arrepentís
y pensás que nunca tendrías que haberlo empezado.
Pero seguís
porque dejarlo a la mitad no te deja dormir en paz,
y empezás a repetir colores
porque ya ni tenés ganas de buscar otros.
Con suerte lo terminás
y si te gusta como quedó
lo ponés en un cuadrito
lo colgás en la pared de tu habitación
y te queda un lindo recuerdo.
(Y cuando no, lo hacés un bollito, lo tirás a la basura y te olvidás que existió)
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