viernes, 2 de diciembre de 2011

Des-ir

La peor de nuestras pesadillas se mezcla con nuestro mejor sueño, nuestro más preciado anhelo.
Los más dolorosos fantasmas del pasado reviven en un presente que se parece mucho a un ayer atrapado en la telaraña de los olvidos premeditados.
Y aquí seguimos tratando de aliviar la angustia que nos carcome y nos desarma, ahogándonos con nuestros propios gritos, esos que se quedan mudos cuando no podemos mentirnos más.
Los mismos gritos que un tiempo atrás pedían desesperadamente que alguien los escuche.
Pero nadie nunca los escuchó.
Y esos gritos, -y con ellos toda nuestra fé y convicción-, ya no pudieron distinguirse del ruido de la ciudad y desaparecieron, dejando sólo los ecos del dolor, los rasguños de la pasión, la tristeza del desamor.
Mejor callémonos, no gritemos más, no desperdiciemos la poca energía que nos invita a seguir adelante.
Hagamos como si no necesitáramos decirnos nada, como si no existieran dentro nuestro todos aquellos absurdos monstruos que aparecen cuando pasamos demasiado tiempo frente al espejo.
Engañémonos como hasta ahora, como siempre, como nunca.
Porque nunca existió algo más que eso.







Algo más para luchar.
Algo más por qué vivir.
Algo más para mentir.



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