Me pediste que te dijera algo y no te pude decir nada.Cómo te explico lo que siento si las palabras no me alcanzan para describir todo lo que me pasa por dentro.
Insististe un poco más y yo sentí cómo la garganta se me iba cerrando y las palabras se quedaban atascadas en la boca de mi estómago.
Finalmente tragué saliva y rogué para que mis ojos y los tuyos hablaran el mismo idioma.
Creo que funcionó.
Y tu abrazo fue el placebo que necesitaba.
Sin tan solo aprendiera a abrazar a mi misma.
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