jueves, 2 de febrero de 2012

Introspección.

¿Qué es lo que pasa? ¿A qué le tenés tanto miedo?
No tengo miedo.
¿Y entonces por qué estás así?
¿Así cómo?
Así, triste.
No estoy triste.
Si lo estás. Lo noto en el brillo de tus ojos.
Bueno, quizás un poco. Pero no es nada alarmante, ya se me va a pasar.
¿Por qué tenés miedo?
No sé.
Si lo sabés, pero no me lo querés decir.
¿Para qué querés que te lo diga? Nada de lo que me digas va a cambiar la situación.
¿Y vos que sabés?
¿Podés jurarme que él me quiere como antes?
Si te digo que sí, ¿va a estar todo bien?
No.
¿Por qué no?
Porque no puedo entender como alguien puede amarme.
...
¿Ves? No me pudiste decir nada. Ni vos ni yo lo vamos a entender jamás. Y por eso vamos a vivir con este miedo siempre, con la terrible consternación de sentir que la persona que amamos en cualquier momento se va a alejar. Nos va a dejar. Vos deberías saberlo, ya lo viviste varias veces. ¿No estás un poco cansado ya?
A veces si, tengo que admitirlo. Pero sin embargo sigo acá. Algunas tardes siento que simplemente la muerte me está evitando para reírse de mi un rato, pero después...
¿Después qué? ¿Después de qué? No me vengas con esa parafernalia. Luego, enseguida, posteriormente... ¿Querés algún otro sinónimo? Me gustan los diccionarios.
No te enojes, yo no tengo la culpa.
Si la tenés. No fue tu elección por supuesto, pero si vos no existieras yo sería feliz.
¿Feliz? No me digas que te resignaste al punto de pensar que es más fácil no sentir.
¡Pues claro que es más fácil! No necesitás de la mirada del otro para sobrevivir.
No la necesitás. Nunca la necesitaste. Podés seguir sintiendo tranquila.
Otros podrán, yo no.
Eso es lo que vos crees.
Con eso me alcanza.
Eso es lo que vos crees. Lo único malo que hiciste fue crear dos varas para medir el mundo que te rodea. Una para vos y una para el resto de la humanidad. Eso no sería un problema, si no fuese porque esas varas no son iguales. La de los demás es mucho más corta, más fácil de llenar, en cambio la tuya es infinita. Entonces, mientras los otros superan todas las expectativas, alcanzan la majestuosidad y te superan, vos te quedas abajo, callada y mirando hacia arriba, haciéndote cada vez más y más pequeña. Y esa es la razón por la que sentís que no merecés ser amada. ¿Me equivoco?
No empieces con tu psicoanálisis. Me tenés harta. No sé por qué te hablo, creo que ni siquiera existís.
¿Crees?
No. Estoy segura. No existís.
Bien por vos entonces. Me gusta que defiendas algo que surgió de vos. Pero algún día vas a tener que perdonarme.
No hay nada que perdonar y si lo hay, entonces te perdono. Ahora, ya te podés callar.
No, no entendés. Algún día vas a tener que perdonarte.

(Debería dejar de conversar con las sombras)




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